La
historia de las conservas se remonta a los primeros enclaves primitivos en los
que la desecación al sol, al viento y al fuego fueron las primeras formas de
conservación que se utilizaron. En casa podemos recurrir a este método sencillo
para disfrutar de la propia comida a lo largo de todo el año. En este caso,
pimientos asados.
INGREDIENTES:
6 pimientos
morrones grandes
Aceite de
oliva
3 Frascos de
vidrio con tapa, de tamaño mediano
1
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Esterilizamos los frascos y sus tapas
sumergiéndolos en un recipiente cubiertos de agua y manteniéndolos en
ebullición durante 10 minutos. Podemos rodearlos con un trapo para que no se
golpeen entre ellos. Los escurrimos hasta que queden totalmente secos.
2
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Colocamos los pimientos pringados de aceite en
una bandeja de horno. Los asamos en el horno a temperatura alta (220 º C) hasta
que veamos que el pimiento “cae” (se ablanda) y la piel está ligeramente
quemada, durante 25 minutos aproximadamente. En este proceso vamos girando los pimientos
dos o tres veces.
3
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Una vez sacados los pimientos del horno los
cubrimos con papel de aluminio y los dejamos reposar durante 10 minutos. A
continuación, y sin dejar que se enfríen, (se pelan mejor en caliente), los
pelamos con la mano y les quitamos las pepitas. Los cortamos en tiras con las
manos y los escurrimos en un colador para que suelten todo su jugo.
4
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Vamos introduciendo las tiras de pimiento en
los frascos, sin apretarlos demasiado, y los cubrimos con aceite de oliva. Es
importante que en la parte superior del frasco quede un espacio libre de, al
menos, medio centímetro. Los cerramos bien con su tapa y los introducimos en un
recipiente cubiertos de agua, manteniéndolos en ebullición suave durante 15
minutos (el tiempo dependerá del tamaño de los frascos). Sacamos los frascos,
los dejamos escurrir y enfriar, y ya están listos para guardar.
En el proceso de enfriado es cuando se
produce el vacío y se aprecia por una ligera curvatura de la tapa hacia el
interior. Pero la mejor comprobación de un correcto sellado es el “flop” que
debemos escuchar al abrirlo. Aunque se garantiza una duración de dos años no
aconsejo alargarlo por encima de un año. Una vez abiertos se pueden consumir
directamente en frío (ensalada) o pasándolos ligeramente por el fuego en una
sartén o tartera con unos ajos dorados y un poco de sal, en su propio aceite.
VÍDEO:
Bernardo
I. García de la Torre
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